Colaboraciones
¿A quién acuden los pueblos de alta montaña cuando no se sienten bien?
Colaboración de Guadalupe Romero
“Sonqo Calchaquí” es un programa de salud llevado adelante desde el Ministerio de Salud Pública de Tucumán y la Asociación Argentina de Cardiología. La Ingeniera Biomédica Guadalupe Romero, becaria ISES-CONICET-UNT, fue invitada a dar una charla sobre salud intercultural en el marco de una de las actividades del programa. ¿A quién acuden los pueblos originarios de alta montaña cuando no se sienten bien? fue la pregunta que orientó la charla en el marco del II Simposio Internacional de Cardiología de Alta Montaña, organizado por la Facultad de Medicina de Tucumán y la Asociación Argentina de Cardiología.
Sebastián Galdeano, director del programa, explica que se considera a las enfermedades cardiovasculares como la principal causa de mortalidad a nivel mundial, relacionada con los factores de riesgo cardiovasculares como ser: hipertensión arterial, diabetes, sobrepeso, tabaquismo y malas conductas alimenticias. Sus estudios brindan un aporte significativo a la prevención y tratamiento de las mismas. Sin embargo, para que el programa sea exitoso en zonas de alta montaña, quienes llevan adelante el programa notaron la necesidad de que médicos, estudiantes y otros profesionales de salud se interioricen en otras formas de ver y entender el mundo. Fue así que invitaron a Guadalupe Romero, con una beca orientada al análisis sobre estos temas y miembro del Colectivo Interdisciplinario e Intercultural de los Valles Altos de Catamarca (CIIVAC), a que brinde una serie de charlas y talleres sobre salud intercultural.
Durante la primera charla, Guadalupe fue adentrándose en la vida en el mundo andino, invitando a comprender un poco más su cosmovisión. La cosmovisión andina se sostiene en 5 pilares fundamentales: la interrelacionalidad (todo está conectado con todo; nada permanece aislado o separado), la correspondencia (cada objeto o fenómeno puede ser comprendido analizando sus dos opuestos correspondientes), la complementariedad (los opuestos se incluyen para formar un todo integral ya que son complementarios, no son contrapuestos, ni mutuamente excluyentes), la reciprocidad (a nivel pragmático y ético a cada acto le corresponde como contribución complementaria un acto recíproco; esto es así no sólo ligado al ser humano, sino abarcando dimensiones cósmicas) y la ciclicidad (el tiempo es cíclico y con crecimiento en espiral, los ciclos que sostienen la armonía en el tiempo de la relacionalidad con todo).
El Sumaj Kawsay, el Buen Vivir, es el concepto y principio filosófico andino que orienta y fundamenta esta cosmovisión. Por ello, la concepción de la salud indígena se fundamenta en el principio básico del equilibrio del runa (hombre) consigo mismo, con la familia, la comunidad, la naturaleza y el cosmos. En consecuencia, el Sistema Andino de Salud ha mantenido una comunión de vida con la naturaleza, sabiendo que de ella proviene tanto el bienestar del cuerpo como el espiritual.
Las experiencias y percepciones de salud y enfermedad han generado diversas prácticas medicinales que son parte de un sistema de saberes, conocimientos, creencias, acciones, rituales que no solo permiten el tratamiento de enfermedades, sino que buscan el bienestar de la población y el entorno, que abarca el mundo visible e invisible.
En los Andes, salud y enfermedad tienen que ver con el ‘cuerpo colectivo', es decir: las relaciones interpersonales y hasta cósmicas. No son fenómenos explicables y curables meramente en términos del individuo sano o enfermo. La medicina andina es una medicina social, ritual y simbólica. Esto puede explicar la existencia de enfermedades típicamente andinas: El ‘susto’ o mancharisqa/muila, el ‘gentil’ o soq'a, el ‘viento’ o wayra/thaya, y las ‘enfermedades del rayo’ o qhaqya (~k’aqlla)/qhaxya o del arco iris. Todas estas enfermedades tienen un origen “sobrenatural”, surgen en una relación intrínseca con elementos exteriores a la persona enferma y revelan la condición relacional de la vida. Tienen cuadros y características muy específicos que no son comparables con enfermedades ‘occidentales’, ni encuentran explicación (y curación) dentro del paradigma dominante de la medicina occidental. Por lo tanto, tampoco pueden ser curadas por los representantes de esta medicina, sino sólo por los curanderos andinos (hampiq/qulliri, paqo/yatiri, kuka qhawaq/kuka uñiri, pampamisayoq, altom isayoq). Para el runa/jaqi, cada enfermedad es síntoma de un trastorno en el equilibrio personal, social y cósmico. Su curación consiste entonces, en primer lugar, en el restablecimiento del equilibrio dañado, que sólo es posible simbólica y ritualísticamente. También existen otro tipo de enfermedades que se corresponden con enfermedades de la nosografía del sistema de salud occidental y pueden ser diagnosticadas por médicos y tratadas con medicamentos de farmacia.
Ante las enfermedades naturales aún existen muchas personas que prefieren ir a un médico campesino o utilizar plantas medicinales, minerales o partes de animales que suelen ser parte del botiquín natural familiar. Esto puede deberse a que se siguen atendiendo las enfermedades de una manera holística comprendiendo todo el contexto psicosocial del individuo y no por órganos o sistemas, sobre todo cuando se trata de padecimientos psicológicos, incluso enfermedades crónicas que los médicos no logran dar con un diagnóstico. De esta forma, la tradición, la cultura y la cosmovisión de cada pueblo influyen de manera importante en su confianza hacia la medicina ancestral.
En los tiempos que corren, con el avance de la tecnología y los medios de comunicación, en muchas comunidades los elementos de la cosmovisión ancestral indígena, tanto en su aspecto general como en lo referente a la dimensión salud, fueron siendo sustituidos por elementos de la cultura occidental; el concepto de individuo tradicionalmente ligado al grupo en el que se concibe la salud como un bien grupal, ha dado paso a una postura en la que el centro es el individuo; se evidencia un cambio de la visión colectivista a la individualista y la salud se comprende como un bien individual. También se identifica desinterés por la tradición de parte de algunos jóvenes miembros de las comunidades que afirman no sentirse indígenas.
Sin embargo, aunque las personas prefieran ser atendidos por un médico occidental existen numerosos condicionantes que inciden de manera relevante en el comportamiento de las poblaciones indígenas hacia los servicios de salud. Las distancias, los medios económicos necesarios para acceder y sostener un tratamiento, las dificultades de la burocracia institucional, el idioma y el maltrato o racismo que reciben por parte del personal son solo algunos de los condicionantes. Sumado a que la gente de las comunidades tiende a asumir que en los hospitales se corre un alto riesgo de muerte.
Esta realidad nos evidencia una transformación dentro de las comunidades y un acercamiento entre las formas culturales donde es necesario desarrollar una medicina intercultural que responda a las necesidades y realidades de cada pueblo particular, teniendo en cuenta las limitaciones geográficas, económicas, lingüísticas, entre otras, que cada comunidad presenta.
Si analizamos este encuentro entre las formas culturales de abordar la salud desde los pilares de la cosmovisión andina se entiende que ambas medicinas están interrelacionadas y cada una aborda un aspecto diferente, la medicina indígena se enfoca en restablecer la armonía del ser humano dentro de un sistema interrelacionado, mientras que la medicina occidental se especializó en estudiar cada parte por separado. Estas dos miradas se complementan y juntas brindan un enfoque integral y más profundo de la salud. En cuanto a la reciprocidad la medicina tradicional siempre ha nutrido a la medicina moderna en cuanto a plantas y experiencias por ejemplo, mientras que esta le devolvía, en el mejor de los casos, fundamentos científicos a sus conocimientos, este diálogo de saberes bien llevado es transformador en ambas direcciones. Si entendemos el tiempo cíclico que crece en espiral, el encuentro entre medicina ancestral y moderna no es un mero encuentro entre culturas o con un otro, sino un reencuentro con las raíces profundas de la medicina, un encuentro con el pasado. Es recuperar una mirada simple y holística, es volver al origen para recordar la esencia. Un árbol que no se nutre de sus raíces no dará frutos por mucho tiempo. Desde esta óptica se abren nuevas posibilidades de abordar una medicina intercultural y comprender la importancia de la medicina de los pueblos que aún sostienen las formas tradicionales.
La charla brindada por Guadalupe Romero es el inicio de una caminar juntos dentro del proyecto Sonqo Calchaquí. El siguiente paso es acompañarlos este año en su campaña a Jujuy y el año siguiente al valle de El Bolsón, Catamarca. El aporte de la becaria, y de otros compañeros del CIIVAC, sería brindar a los cardiólogos herramientas y metodologías para promover la escucha, el respeto hacia la cultura, en entendimiento de las formas diferentes, con el objetivo comprender la diferencia entre ser médico en la montaña y en la ciudad y tocar la esencia del ser humano.
Es un tiempo donde nos apremia humanizar las ciencias, llevar a los espacios más abstractos y fríos el calor de la sabiduría ancestral que nos enraíza como seres humanos con un origen común.
Contacto: Guadalupe Romero guaromero@gmail.com